Te parecerá mentira que al escribirte estas letras, todavía huelan a mi colonia. Te parecerá mentira que asuma que no he tirado los anillos, ni rompí las fotos, que he cerrado el pasado, pero que me hizo aprender tanto, que elijo no borrarlo.. Y que estas letras son lo mínimo que le puedo dedicar a alguien con quién compartí vuelos infinitos por el cielo de mi ciudad. Te digo adiós sin culpas, y verte marchar sin rencores ha sido las decisiones más sensatas de mi vida. Por eso en estas palabras no voy a dedicarte ni un sólo reproche, porque ya no te los mereces, es más te mereces toda la felicidad del mundo junto a alguien que de verdad te haga sentir todo aquello que tú y yo sentimos al inicio, incluso más, si es que se puede. Gracias a ti, he descubierto una de mis pasiones, gracias a ti ahora sé que me quiero dedicar a esto el resto de mi vida. 

Porque ojalá lo sientas todo: El amor, la ilusión, la complicidad y la lealtad. Reconozco que al principio tuve miedo a que la soledad se instalara en mi vida si tú no estabas detrás de mis planes, detrás de mis tardes de paseo, detrás de mis noches de pasión y detrás de este frío de invierno. Nada que ver, cuando todo acabo tuve que cambiar la rutina a la que estaba acostumbrada, pero jamás me sentí sola. Y por eso también te doy las gracias, porque tuvimos que separarnos para entender que éramos dos y que cada uno de nosotros se apoyaba en unos pilares diferentes, pero igualmente sólidos. Seamos justos por una vez con nosotros mismos, aceptemos que no merecíamos hacernos tanto daño, hoy escribo por ti, por mi, por los dos. Porque solo somos el recuerdos de la pasión que nos tuvimos. Quiero verte dentro de algunos años como el hombre humilde del que me enamoré y que tu veas en mi la mujer que te cautivo con su poesía, y su magia. Estas letras están cargadas de perdones, quédatelos todos, yo ya les he dado uso para escribirte esto. Y sobre todo, sé feliz como si mi nombre jamás hubiera sido herida en tus labios.