Si, confieso que yo huía de todo lo que me dolía, huía siempre. Y al final huí de ti para estar sola y mírame ahora, la soledad me está matando a mi. Si te escribo tanto es porque no me despedí aunque tampoco quise hacerlo en su momento, y mira ahora tragándome mi orgullo, despidiéndome de ti. Yo volvería a equivocarme una vez más, volvería atrás, me quedaría si todavía me quisieras, pero sé que ya no hay nada por lo que luchar. Soy consciente de que no me despedí, igual que tu eres consciente de tu traición, pero si me dieras un minuto más, un día más para hacer las cosas bien, para no hacernos tanto daño, para curar el dolor créeme que lo haría, pero tus manos y tu cuerpo están lejos de mi, y ya no me echan de menos, tanto como yo te eche a ti.  Tres veranos sin ti, tres verano sin tu olor, sin  tu luz, sin tus ojos verdes, tres veranos sin tu alma, y sin tu voz. Tres veranos en los que el tiempo pasa volando, tres veranos en que ya no me acuerdo de quien soy, y todavía sigo buscando mi antigua yo. Tres veranos escribiéndote, tres veranos antes escribía por y de ti. Tres veranos que ahora comparto con la soledad, tres veranos en los que ya no estás.  Siento mis pies descalzos sobre la arena, besándola. Mis manos ya no arden, y el pelo baila en otra dirección junto con mi cuerpo. Es hora de cerrar los ojos, volver a empezar y respirar...